
Volviendo a ese
castrante hábito de la rutina, me disponía a levantarme de la reconfortante
cama con la irrisoria necesidad de vivir la realidad dejando en mi almohada
todos mis sueños, mis frustraciones y mis pesadillas. A pesar de haber sometido
a mi cuerpo a un estado de letargia profunda notaba lo débil y pesado que
estaba esa mañana y al asomarme al espejo veía como mi reflejo me escupía en la
cara toda la verdad: tenía la cabeza más...