jueves, 21 de enero de 2016

UN VIAJE ASTRAL AL SUBCONCIENTE ANIMAL

Había perdido cualquier tipo de conocimiento, su ego se hundió en ese mar salvaje y profundo del subconsciente, sus ideas permanecían en el letargo   profundo mientras que su voluntad era presa del olvido.


Podía serlo todo, sus pensamientos eran libres y autónomos como para danzar con el viento. Un día era un halcón hambriento  que desesperado por la hambruna  merodeaba en  la sabana en busca de su próxima víctima, andaba de rincón a rincón con la sagacidad de la penuria pero con el aturdimiento de la carencia. Cansado de ese torbellino de sensaciones posó sobre una roca alta para atisbar algún roedor y ya a punto de derrumbarse vislumbró a la distancia algo que parecía vivo en la desértica sabana, alzó vuelo  casi agonizando y devoró a su presa con total violencia respondiendo a los estímulos de su propio instinto.

Otro día es un colibrí de plumaje deslumbrante capaz de causar la envidia del sol,  sus plumas centelleaban de forma tan impactante  que podían descomponer la luz de los siete colores básicos por refracción y reflexión.  Buscaba la flor del color más vivo, buscaba la rosa más roja del jardín que quizás pudiera ser más intensa que el color de su  propia sangre para poder extraer el más dulce néctar y obtener las calorías suficientes para mantener  sus centenares de aleteos por segundo. No obstante en medio de su ardua búsqueda dejó que su corazón latiera a galope con la misma velocidad de sus alas, de repente perdió el aliento y se derrumbó en la pradera cayendo al deceso.

En otra ocasión era un pez que se sumergía en las aguas más cálidas del océano, nadaba al ritmo de la  finura de la bonanza mientras exhalaba bocanadas de libertad. Su vida era totalmente apacible en el mar hasta el punto de poder encontrar el sonido del silencio en medio de la tempestad. Su cuerpo era tan dúctil como su alma, era flexible y solemne, siempre bailando en el agua con la majestuosidad de algo que siempre ha sido libre. Tanta paz un día lo llenó de dudas, de intrigas y de  inquietudes, y se sintió impulsado a nadar incansablemente hacia su propio norte  hasta perderse en las corrientes de tan salvaje mar. Y así fué como malogro su paz, dejándose arrastrar por esas aguas implacables de la incertidumbre.

De un momento a otro sintió como la vida volvía a él, sintió el despertar de los  sentidos y el fin de su larga ensoñación animal. De repente, abrió los ojos y vio su cuerpo inmóvil en una camilla conectado a miles de cables que lo mantenían en ese limbo entre la vida y la muerte, entre ese límite que separa la vida sensitiva y vegetativa. 

Si viajáramos a través de nuestro subconsciente muy seguramente encontraríamos nuestro más salvaje instinto animal el cual ha sido adormecido por la trivialidad de la existencia. Ser más animal y menos humano probablemente resultaría el amparo para tanto mal que vive la sociedad, ya que si nos dejáramos seducir por esa magia animal muy seguramente viviríamos con menos temor y más valentía. 

Amar en sentido animal nos transportará al estado más básico y elemental del ser, amar sin la condición del ego  nos conectara con nuestro espíritu para extraer de él la sabiduría necesaria para enfrentar la adversidad del día a día.

Despertemos de ese coma emocional el cual está sucumbida esta  sociedad, seamos más animal y menos vegetativos para darle alas al espíritu y ser mucho más libres.



“And I'm here, in this emotional precipice, in that frenzy of feelings that leads me into that limbo between love and fear, driven by the magnetic force of love but vehemently resisting the force of reasoning. And I'm here ranging between madness and sanity. Tired of that hurricane of feelings, I decided to be driven by my own animal essence and I allowed myself to love you without any restraint. Now, am more animal than human and I love you with my most savage way”.

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