
Bajo el mismo árbol donde había prometido amor eterno se encontraba él, solo y meditabundo, supeditado a la espera mientras pensaba en lo fluctuante que es la vida; pensaba en la vigorosidad de la juventud y en la fragilidad de la vejez. Pues ya no era el mismo de hace 50 años, su cara estaba totalmente llena de pliegues de piel, algunas manchas en su rostro y vello facial donde no había antes. Pero aun así era necio y terco, seguía aferrado a...