Mientras el planeta sigue rotando sobre su
propio eje, mientras las horas, minutos y segundos corren sin cesar, el mundo
avanza incontrolablemente. Es completamente irrisorio mirar atrás y esperar con
absurdo anhelo que el presente y el mañana permanezcan de la misma forma del ayer, como si el espíritu del tiempo fuera ese enemigo acérrimo de la humanidad
el cual es capaz de enclaustrar la memoria y nos obliga con total procacidad a
vivir el incierto presente.
Dentro de ese continuo avance de la sociedad,
noto claramente como se ha llegado a mitificar ese absurdo concepto del éxito,
se ha creado ese paradigma incoherente de que la persona exitosa es aquella que
goza de riquezas, posee innumerables títulos profesionales, es famosa y que por todas estas razones debe tener el
reconocimiento o inspirar la envidia de todas las personas. Con bastante osadía
me atrevo denominar a este mal como “el mal del éxito truncado”.
Aparentemente este mal se ha esparcido por el mundo
como cual pandemia que arrasa con ciudades, países y continentes. El mal del
éxito truncado busca inicialmente engañar al ego alimentándolo de mentiras
altamente programadas por la misma psiquis de las personas, de la misma forma
como pasa con los organismos Autótrofos los cuales son capaces de crear su
propio alimento y vivir plenamente de él. Después de haber alimentado y casi
que engordado al ego, proseguimos con la segunda etapa de esta enfermedad, el
enceguecimiento.
El enceguecimiento es la patente indicadora de
que tan alimentado está el ego, el hecho de no poder ver más allá del
narcisismo provoca de manera instantánea el completo bloqueo de la receptividad
y la aceptación de los errores, como si interpusiera ante el panorama visual un
muro gigantesco capaz de bloquear la verdad, por lo tanto esto daría paso a una
tercera etapa la cual es la mediocridad.
Una vez instalado en la tan lujosa zona de
confort, el virus procede a atacar la mente con la pasividad del conformismo
haciendo que la víctima además de sentirse realizada y omnipotente caiga en un estado de mediocridad y de
absoluto reposo intelectual.
“si se dedica a algo que ama, no tardará en
convertirse en un ganador”
Donald Trump
El mal del éxito truncado es una enfermedad
capaz de estancar intelectualmente a cualquier persona. Creer llegar al tope de
la montaña es algo totalmente nocivo para la capacidad humana, mientras que
llegar a la excelencia es una tarea ardua y constante que alimenta el alma. El
verdadero éxito no necesita de aplausos ni de reconocimientos, la persona
exitosa es feliz con lo que hace, no se requiere un alto cargo en una empresa
multinacional para ser exitoso, no se requiere tener una cuenta bancaria con
miles de ceros en la derecha, lo único
que se necesita es ser feliz y ser excelente en lo que se hace sin que el
monstruo del ego aplauda para dar una autosatisfacción personal y caer en la
“automentira complaciente”.
Pues muy bien lo decía Donald Trump en su
discurso
“No importa lo bueno que seas, no importa lo bien
que creas que conoces tu negocio, tienes que permanecer vigente todo el tiempo.
No sobrevivirás sólo con la experiencia o la habilidad. Incluso los mejores
cirujanos tienen que ponerse al día sino quieren perder el ritmo. No importa lo
que dirijas, no puedes dormirte en los laureles. Trabaja para hacer que tu
época no se acabe nunca”
La felicidad
y la disciplina son las únicas rutas y
las verdaderas claves de acceso para llegar al éxito, no caigamos en ese
banal mal del éxito truncado porque como su mismo nombre lo dice es solo un
estancamiento como cual parálisis cerebral que bloquea no solo la mente sino
también cualquier tipo de movilidad. Escalar la montaña y llegar a la cima no
es precisamente la meta final, ya que la meta final no existe y es tan solo un
bloqueo para estancar cualquier tipo de productividad del ser.