En esa dicotomía del
pensamiento iba yo adentrándome a mi propio mundo interno, a ese mismo mundo de
reflexión vital donde la conciencia mueve su péndulo entre el bien y el mal.
Pues así iba yo,
resumiendo mentalmente en mi momento de reposo los últimos acontecimientos de
mi vida con la inacabada necesidad de no
dejar escapar ninguna idea o pensamiento en el sifón del olvido. Todo esto mientras
retumbaba en mi mente con el sonido compacto del eco enjuiciador aquella
pregunta formulada por un estimado camarada de la vida:
¿Usted qué espera de
la vida para llegar a ser feliz?
Naturalmente al
momento de responder recité la respuesta con la mecánica propia de un discurso
forzoso y repetitivo (tal vez propia de un concurso de belleza)
“Para ser feliz solo
necesito de salud dinero y amor”
Evidentemente mi
respuesta no fue nada persuasiva ni tanto para él ni para mí mismo, y es por
esto que mi perturbación ese día desbordó mis pensamientos ya que nunca había
construido mi propio método para llegar a ser feliz y lo más preocupante del
asunto es que ni siquiera tenía mi propio mapa para llegar a la felicidad.
Honestamente considero
que todos los seres humanos tenemos la felicidad a nuestra disposición, la
diferencia radica en que cada uno desde su propia perspectiva la puede apreciar
de una manera diferente. Por lo menos en mi caso particular crecí con ese
paradigma básico de que la felicidad requiere de tres elementos fundamentales y
esenciales como el dinero el amor y la salud, idea que hoy encuentro bastante
curiosa ya que de esta forma afirmaríamos que la felicidad es tan solo un golpe
de suerte que llega sin avisar, conozco ricos que han muerto de maneras lamentables por enfermedades que
el dinero no pudo tratar, conozco personas que han encontrado la felicidad sin
llegar a la opulencia y sin llegar a tener lujos. Si esto es así ¿Entonces cuál
sería la medida perfecta o cual sería el equilibrio perfecto entre estos tres
elementos? Opino que no existe mezcla exacta entre el amor, la salud y el
dinero ya que la felicidad es una cuestión interna de la inmanencia humana y
por lo tanto es una decisión de vida y no un golpe de suerte dado por la ruleta
mágica de la vida.
Actualmente vivimos en
una sociedad que adoctrina al fracaso y a la desgracia, nunca fuimos educados
para ser felices y mucho menos nos enseñaron cómo ser libres, simplemente nos
instalaron un chip donde codificaron una información totalmente ajena a la
libertad y que nos obliga a cumplir con rigorismo absurdo unos patrones
requeridos para coexistir en esta sociedad: Se nace para morir, se crece para
ser esclavo, se reproduce por error y se muere con intranquilidad.
Cada vez somos más
esclavos, estamos condenados a vivir en el vicio y en el consumismo. Las nuevas
tecnologías ahora ya no son una herramienta útil para el hombre sino que ahora
es el hombre una herramienta útil para estas,
haciendo que este mismo sea domado por sus propias creaciones, todo esto se puede evidenciar con las redes
sociales las cuales han dado paso a un evidente narcisismo irracional entre las
personas. Es muy común ver en las redes
sociales personas que presumen en sus fotos de tener una vida llena de fortuna, declaran en
sus estados ser completamente felices y se jactan de tener una vida completa de
éxitos, pero lo único cierto es que la
vida tiene una puerta que separa muy bien la realidad de la fantasía y a
puertas cerradas estas personas son completamente infelices y son todo lo
opuesto de lo que aparentan ser. La felicidad no viene en píldoras y mucho
menos tiene genéricos con efecto placebo
pues ya lo decía aquel célebre escritor estadounidense.
La felicidad es
interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo
que somos. Henry Van Dyke
Encuentro que la única
forma para romper estas cadenas opresoras es la autodeterminación de ser feliz,
cada persona desde su interior encuentra su propio mapa para llegar a
conquistar la dicha, donde la suma de pequeños acontecimientos resultan siendo
los enormes pasos para disfrutar la felicidad y conquistar la meta. Ahora,
viendo detalladamente mí propia ruta a la felicidad, decido eliminar todos los
obstáculos que mi propia conciencia flagelante pueda plantar en mi camino y
determino que la respuesta y la clave a la felicidad está en mi voluntad y en mi autonomía.