Volviendo a ese
castrante hábito de la rutina, me disponía a levantarme de la reconfortante
cama con la irrisoria necesidad de vivir la realidad dejando en mi almohada
todos mis sueños, mis frustraciones y mis pesadillas. A pesar de haber sometido
a mi cuerpo a un estado de letargia profunda notaba lo débil y pesado que
estaba esa mañana y al asomarme al espejo veía como mi reflejo me escupía en la
cara toda la verdad: tenía la cabeza más despoblada que antes, nuevos
pliegues de piel, un aumento de kilos y un descuido catastrófico en mi
fisionomía.
El impacto ante
el hallazgo de esta noticia fue fulminante, es increíble como en cuestión de
segundos podemos pisotear y apuñalar a nuestra autoestima. Conocerse a uno
mismo es una tarea extenuante y complicada como para que en tan solo un
instante cuestionemos y devaluemos nuestro ser solamente para cumplir con
absurdo rigorismo un patrón de belleza que alguien por medio de su absurda
creatividad estableció. Cada vez somos más esclavos de la belleza y cada vez
somos menos felices, la vanidad nos ha conducido a una esclavitud
perpetua sometida al daño psicológico, moral y físico ¿En qué momento decidimos
cambiar a la fastuosa libertad por la infame vanidad?
Aceptar nuestro
reflejo no es un acto valeroso, tampoco es un acto de pasividad conformista, es
simplemente una manifestación de amor propio donde se confirma la comodidad que
siente nuestra alma en nuestro propio cuerpo terrenal. Considero que es
necesario aceptar la diversidad que hay en la belleza pues ya lo decía aquel
filósofo chino:
“Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”Confucio
Seremos siempre
libres en la medida en que aprendamos a desligarnos de todo el peso de la
tan funesta vanidad, porque si se piensa bien la vanidad es un
eufemismo de la belleza y si se le pone cara seguramente sería un monstruo
terrorífico capaz de causar dolor e inclusive capaz de llevar a la
muerte.
Pienso que
definitivamente es mucho más sencillo aceptar la diversidad anatómica y
contemplar la belleza que hay en ella, no necesariamente hay que llegar al
descuido personal para evadir la vanidad, se puede amar a sí mismo sin
necesidad de nutrir al ego. Es muy importante cuidar, respetar y amar nuestro
cuerpo, recordemos que este es nuestro vehículo por el cual nuestra alma navega
en esta vida terrenal, sin embargo no es nada beneficioso caer en la apresante
superficialidad que muy seguramente nos conducirá a ese círculo vicioso
del envanecimiento.
Hoy, decido liberarme de mis propios juicios, decido dar el grito de mi propia independencia para desligarme de mis propios fantasmas. Hoy, decido aceptar con bastante honorabilidad y gallardía lo que los años y la gravedad puedan traer a mi cuerpo, así como también decido aceptar con bastante humildad toda la sabiduría y las virtudes que el sendero de la vida me ha brindado hasta ahora. Hoy confirmo el confort y la estabilidad que puede brindar la emancipación de la caprichosa vanidad.