En ese exquisito
ejercicio del zapping frente al televisor, iba yo buscando con necesidad algún
programa entretenido del horario estelar, a pesar de poseer un sin fin de
canales nacionales y extranjeros gracias
a la televisión por cable, tuve la grandísima dificultad de encontrar un
programa que me entretuviera después de tan extenuante jornada laboral.
Encuentro bastante paradójico el hecho de que la principal finalidad de la
televisión es la de entretener al tan enrevesado público, ya que la exigencia de la
teleaudiencia es cada vez más fuerte, por lo tanto satisfacer las necesidades
de todo un público resulta siendo una misión imposible y pareciese mas bien como
si estuviera dirigida hacia una minoría fácil de contentar. Acepto que
anteriormente fui muy amante de la televisión, ambos tuvimos una estrecha
relación, fui muy fiel y muy leal, pero me agoté, me cansé de que esta fuera mi
opresora, era ella la que decidía siempre lo que debía y no debía ver, es a
ella a quien el atribuyo todo tipo de culpa, es por ella que llegué al
sedentarismo y es por ella que me cohibí
en algunos momentos de vivir la realidad. Pero toda historia amorosa tiene su
fin y es acá que después de mucho tiempo declaro mi ruptura con esta embustera
caja de vidrio. Pero para ser bastante franco, admito que de vez en cuando me
dejo enredar por ese morbo seductor de la televisión y es que debo ser justo y
debo admitir que en algunos casos puede resultar muy educativa.
Haciendo un análisis
detallado sobre la televisión, me di cuenta de lo trascendental que ésta ha
sido en la historia de mi país, de mi gloriosa patria de la que tanto amo a
pesar de sus conflictos, y es que ya son 61 años de estrecha relación entre
Colombia y la televisión, digo estrecha relación debido a que existe una
especie de comensalismo entre las dos, ambas se retroalimentan culturalmente,
es como una simbiosis cultural donde ambas coexisten. Pero el punto más crucial
de la televisión en la historia de Colombia, fue sin
duda alguna en los años 80 cuando dio aparición la televisión regional y
nacional, es ahí desde ese punto donde muchos canales dieron el sello
característico de la cultura colombiana. Novelas maravillosas y exitosas como
gallito Ramírez, café con aroma de mujer, Betty la fea, entre otras, nos hacían
vivir el amor y el romance en todo su esplendor, eran novelas carentes de
excentricidades pero dotadas de esa maravillosa luz del romance donde muchas
mujeres se permitían soñar con el caballero de clase alta que venía a
rescatarlas de esa vida gris o donde los hombres podían soñar con la lolita
pueblerina que llegaría a sus vidas para
sacarlos de la monotonía. No eran como
esas narco novelas engañosas que invaden ahora todas las pantallas de los
colombianos y de los extranjeros vendiendo una imagen de una Colombia herida y
golpeada por su lamentable historia marcada por el narcotráfico, estas
historias están rebosadas de personajes capaces de vender hasta su
propia alma para adquirir poder y dinero perdiendo así cualquier tipo de
escrúpulo para luego justificarse con esa ley maquiavélica y decir que el fin
justifica los medios. Pues no es para nada justificable ese acto tan carroñero
de la mafia, pero eso no es todo, también la mujer ha sido víctima de ese mundo
tan corrupto, ha sido tratada$ como un producto mercadeable en ese universo de
las denominadas “prepago”.
Colombia durante
muchas décadas ha vivido una constante lucha para erradicar la violencia y la
corrupción, pareciese más bien que ese
histórico y glorioso grito de independencia hubiese sido tan solo un mito, ya
que realmente aún seguimos siendo esclavos
de nuestros propios conflictos internos y es como si las cadenas
opresoras fueran esas malditas mañas de nuestros propios dirigentes políticos
ya que ellos son como las células malignas de este cáncer que vive mi patria. Colombia
es una república que reclama a gritos la paz, no queremos más violencia, por
esta razón considero que debemos volver a lo básico, a ese pasado donde la
verdadera intención de nuestros programas
de televisión era la de entretener con esa bella virtud del humor,
recordemos que a pesar de las adversidades somos un país alegre que sabe sacarle gracia a cualquier problema
y es por esto que necesitamos muchas más dosis de humor para aliviar los males de la
nación, es esta virtud nuestra verdadera aliada, no necesitamos más de esas
producciones nocivas de las narco novelas ya que lo único que están logrando es
hacer perder la sensibilidad y el pudor
avivado por ese morbo de tan desdeñosas producciones que solo buscan ser
comercializadas internacionalmente vendiendo esa tosca, desvirtuada y
desenfocada imagen de los colombianos, somos un país que quiere progresar, un
país que a pesar de las caídas sigue con la cara en alto y que seguramente muy
pronto tendremos esa gloria inmarcesible, ese júbilo inmortal y que en surcos de dolores el bien germinará.