Recordar
es un ejercicio vital que los seres humanos debemos hacer a menudo, cada
recuerdo es una ficha esencial para
poder formar ese complejo rompecabezas tan abstracto de la vida. Se podría decir que el
ser humano está condenado a olvidar desde que nace, es un ejercicio de
principio a fin, nacemos y olvidamos, morimos y olvidamos. Resulta para mí un
gran enigma este proceso engorroso de la memoria pues no entiendo sus caprichos
¿Bajo qué criterio esta decide recordar y olvidar? ¿Qué clase de voluntad
endemoniada la domina? ¿Con que derecho esta decide priorizar recuerdos? Pues me rehúso, me rebelo y condeno a esta
desdichada capacidad del ser, esta desgraciada y cruel virtud que lo único que ha hecho es retratar los miedos
para luego tatuarlos en la mente y lo que es peor aún no se conforma con esto,
la muy despiadada luego se encargará de eliminar cualquier rastro de recuerdo en
nuestra ancianidad. Pero mi verdadera intención es ser justo y si se tratara de
hacer una diatriba en este escrito el verdadero culpable sin duda alguna sería
el sentimiento del miedo porque realmente ése si es el verdadero culpable de
todo, por eso decidí exonerar de cualquier culpa a la memoria, aunque hay que atribuirle
cierta complicidad en el gravísimo delito de ser la causante de infinitas agonías
y tristezas al mundo.
Escarbando en ese baúl polvoriento de las memorias de mi infancia
El
miedo, ese sentimiento primario tan
desastroso que inclusive podría ser más peligroso que el mismo odio, es también inherente al ser humano de la misma forma en que la tristeza y
la felicidad lo son, nacemos con miedos
y morimos con ellos. Es por esta razón que defino esta emoción como un
sentimiento primario, tan primario como el azul, el rojo y el amarillo y que
sin alguna accidentalidad resultan siendo los cimientos para formar millones de
colores. Pero para todo mal siempre existirá un bien, el gran físico alemán
Albert Einstein define este problema del mal con la siguiente frase:
"El mal como tal no existe, sino lo que existe es una ausencia del bien"— Albert Einstein
Pues
esta misma fórmula filosófica aplica también para el problema del miedo, ya que
su elemento opositor es el amor, el amor es luz y el miedo es oscuridad, cuando
hay amor no hay miedo, cuando hay luz no hay oscuridad. Es por esto que bajo
esta premisa y como terapia personal,
opté por vivir en amor en lugar de miedo, decidí enfrentar esos demonios y
mirar hacia adelante para así poder descubrir que no hay peor obstáculo que
vivir con el miedo y sus fantasmas, ya que los temores son impuestos por esa
conciencia flageladora que lo único que busca es martirizarnos y obstruir ese
proceso tan maravilloso de la vida. Es por esto que hago un llamado o una
invitación a todas las personas que tienen miedo a que entiendan que no hay
mejor ejercicio que vivir en amor, cada vez que traigamos a nuestro ser ese
sentimiento de miedo debemos alterarlo por algún pensamiento positivo lleno de
amor, pensemos que en lugar de quedarnos sin trabajo tendremos nuevas y
mejores oportunidades, pensemos que cada
vez que tengamos una situación económica encontraremos una solución para este
problema, pensemos que cada vez que tengamos una ruptura amorosa encontraremos
después una mejor opción. En fin, la idea es pensar siempre en amor y no dejar
inundar la mente por ese máximo exponente del miedo que es el terror.
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