sábado, 17 de enero de 2015

EL MIEDO Y OTROS DEMONIOS

Recordar es un ejercicio vital que los seres humanos debemos hacer a menudo, cada recuerdo es una ficha esencial para  poder formar ese complejo rompecabezas tan  abstracto de la vida. Se podría decir que el ser humano está condenado a olvidar desde que nace, es un ejercicio de principio a fin, nacemos y olvidamos, morimos y olvidamos. Resulta para mí un gran enigma este proceso engorroso de la memoria pues no entiendo sus caprichos ¿Bajo qué criterio esta decide recordar y olvidar? ¿Qué clase de voluntad endemoniada la domina? ¿Con que derecho esta decide priorizar recuerdos?  Pues me rehúso, me rebelo y condeno a esta desdichada capacidad del ser,  esta desgraciada  y cruel virtud que  lo único que ha hecho es retratar los miedos para luego tatuarlos en la mente y lo que es peor aún no se conforma con esto, la muy despiadada  luego se encargará  de eliminar cualquier rastro de recuerdo en nuestra ancianidad. Pero mi verdadera intención es ser justo y si se tratara de hacer una diatriba en este escrito el verdadero culpable sin duda alguna sería el sentimiento del miedo porque realmente ése si es el verdadero culpable de todo, por eso decidí exonerar de cualquier culpa a la memoria, aunque hay que atribuirle cierta complicidad en el gravísimo delito de ser la causante de infinitas agonías y tristezas al mundo.

Escarbando en ese baúl polvoriento de las memorias de mi infancia (cuando Amparo Grisales y yo compartíamos lonchera), recordé ese momento de mis doce años por allá en el año 2000 cuando vi por primera vez en cine la remasterización  de la película “El exorcista”, película de terror que muestra el fatídico exorcismo de una niña de 10 años que se encuentra poseída por el demonio del viento. Es para mí de suma importancia resaltar el hecho de que esta película es mi inspiración para redactar este escrito, no precisamente por ser un buen recuerdo sino por el contrario  me inspiró por ser uno de los recuerdos más traumatizantes de mi vida y no es para menos ¿Qué clase de niño disfrutaría ver a una niña bajando las escaleras con manos y pies  de forma invertida mientras porta la pijama de la abuela de caperucita roja? O  peor aún  ¿Qué clase de adulto encuentra divertido ver a esta misma niña enterrándose en su parte intima un crucifijo de metal? (Garavito tal vez). Pues permítanme decirles que nada de esto me resulta divertido, después de haber visto esta espeluznante película  duré (5 meses) 2 meses durmiendo en la cama de mis padres y eso sin mencionar las centenares visitas al psicólogo provocadas por este trauma tan descomunal fomentado por esta cinta de terror, siempre que la recuerdo me produce un frio indescriptible en mi estómago. En conclusión, esta película fue traumatizante tanto para mí como para  mis padres ya que ellos  fueron los que tuvieron que pagar las casi millonarias y terroríficas cuentas que dejo el psicólogo por el tratamiento que hizo.


El miedo, ese sentimiento  primario tan desastroso que inclusive podría ser más peligroso que el mismo odio,  es también inherente al  ser  humano de la misma forma en que la tristeza y la felicidad lo son, nacemos con miedos  y morimos con ellos. Es por esta razón que defino esta emoción como un sentimiento primario, tan primario como el azul, el rojo y el amarillo y que sin alguna accidentalidad resultan siendo los cimientos para formar millones de colores. Pero para todo mal siempre existirá un bien, el gran físico alemán Albert Einstein define este problema del mal con la siguiente frase:  
"El mal como tal no existe, sino lo que existe es una ausencia del bien"— Albert Einstein

Pues esta misma fórmula filosófica aplica también para el problema del miedo, ya que su elemento opositor es el amor, el amor es luz y el miedo es oscuridad, cuando hay amor no hay miedo, cuando hay luz no hay oscuridad. Es por esto que bajo esta premisa y  como terapia personal, opté por vivir en amor en lugar de miedo, decidí enfrentar esos demonios y mirar hacia adelante para así poder descubrir que no hay peor obstáculo que vivir con el miedo y sus fantasmas, ya que los temores son impuestos por esa conciencia flageladora que lo único que busca es martirizarnos y obstruir ese proceso tan maravilloso de la vida. Es por esto que hago un llamado o una invitación a todas las personas que tienen miedo a que entiendan que no hay mejor ejercicio que vivir en amor, cada vez que traigamos a nuestro ser ese sentimiento de miedo debemos alterarlo por algún pensamiento positivo lleno de amor, pensemos que en lugar de quedarnos sin trabajo tendremos nuevas y mejores  oportunidades, pensemos que cada vez que tengamos una situación económica encontraremos una solución para este problema, pensemos que cada vez que tengamos una ruptura amorosa encontraremos después una mejor opción. En fin, la idea es pensar siempre en amor y no dejar inundar la mente por ese máximo exponente del miedo que es el terror. 
ELABORADO POR JOAN SEBASTIAN ANDRIOLI

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